"El contrato social está fracturado", dice el BID

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) advirtió este viernes sobre la desigualdad en Latinoamérica que el contrato social está fracturado en la región y que la crisis del Covid-19 tiene características "regresivas" que afectan a los pobres en forma desproporcionada.

El informe "La Crisis de la Desigualdad: América Latina y el Caribe en la Encrucijada" destaca que históricamente la región ha tenido problemas para enfrentar las crisis.

Como ejemplo, en otras crisis del pasado cuando el PIB se contrajo un 5%, el impacto sobre los salarios reales fue de un 10% en promedio y en algunos casos extremos de un 20%.

Según el FMI en 2020 la región sufrirá una contracción del PIB de la región de 9,4% y el Banco Mundial calcula que este año se perderán 25 millones de empleos.

El Banco Interamericano destacó que la crisis del COVID-19 "tiene algunas características que la hacen especialmente regresiva" ya que "afectó desproporcionadamente a los hogares de bajos ingresos" y a aquellos que dependen de la "proximidad humana".

Como ejemplo el Banco señaló que 65% de las personas en el quintil de menores ingresos conocía a un familiar que había perdido su trabajo, mientras que en el quintil de personas más altos ingresos, esa cifra fue de solo el 22″.

"Vemos cómo el contrato social está fracturado en muchos niveles", advirtió Eric Parrado, el economista jefe del BID, que planteó que la desigualdad en América Latina y el Caribe "es bien conocida pero no necesariamente bien entendida".

El Banco destacó que Latinoamérica y el Caribe entró a esta crisis con tres poblemas estructurales severos: la alta informalidad, la desigualdad y la baja productividad.

En 2018, la región tenía niveles de desigualdad sólo superados por África al sur del Sáhara.

– "Episodios de malestar social" – 

En un contexto de vulnerabilidad, los pobres están más expuestos al cambio climático, reciben una peor educación y atenciones de salud, indicó el Banco.

"Como resultado, nuestras escuelas y ciudades están segregadas por ingresos en niveles que no se ven en otras partes", alertó el BID.

El BID destacó que la región avanzó en la reducción de las brechas de ingresos, especialmente durante el auge de las materias primas entre el 2000 y el 2013 que permitió reducir la pobreza de un promedio del 42,3% en 2002 a un 23,1% en 2018.

Esto implicó que millones de personas se incorporaron a la clase media. Este avance también permitió reducir la brecha entre ricos y pobres, ya que en 2019 el 10% más de los ciudadanos más ricos de la región ganaba 22 veces más que el 10% más pobre, mientras que en 2000 la proporción era de 49 veces más.

Esta brecha sigue lejos de lo que ostentan países de las economías avanzadas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), donde el 10% más rico gana 9 veces más que el 10 por ciento más pobre, excluyendo a los países latinoamericanos miembros, según el estudio.

Un punto que destacó el informe es la segregación por estatus socioeconómico, con Brasil como ejemplo.

En Brasil el barrio donde vive una persona contribuye en más de cuatro veces a explicar el diferencial de ingresos que la ciudad o el estado donde resida.

El genero y raza también determinan la inequidad y las mujeres ganan 87 centavos por cada dólar que gana un hombre.

Si se miden los sueldos de los afrodescendientes, ajustándolos al nivel de educación, éstos tienen salarios un 17% más bajos que el resto de la población y en el caso de los indígenas brecha salarial es del 27%.

El BID señaló que la educación es otro factor que empeora la desigualdad y que las diferencias en la calidad de la educación explican una cuarta parte de la inequidad salarial ya que hay una "una importante separación de las escuelas por estatus social".

"Los individuos de altos ingresos invierten 25 veces más en la educación de sus hijos que los padres de bajos ingresos", indicó el estudio.

Para Parrado si no se aborda el desafío de la desigualdad de un manera multidimensional, la región continuará sufriendo de episodios de malestar social y seguirá siendo vulnerable a choques externos, como dejó en evidencia la pandemia.