Un día que parecía normal cambió por completo la vida de Rosa María Morillo el pasado lunes 14 de agosto. Lo que debería haber sido una diligencia corriente se convirtió en un episodio traumático que dejó quemaduras en gran parte de su cuerpo y se cobró la vida de más de 30 personas en una explosión en San Cristóbal.
Rosa, de 29 años y madre de tres hijos, relató desde su hogar en el barrio La Piscina los detalles de aquel fatídico día. Contó cómo se dirigía a una tienda de plásticos en compañía de su hija de seis años, Carla, con la intención de comprar material para el techo de zinc de su vivienda.
"Yo estaba en la orillita (de la tienda), iba a dar unos pasos para entrar a pagar cuando doblé el plástico, que lo sacudí, ahí fue que pasó. Yo nada más dije Carla, ven", rememora Rosa sobre el momento de la explosión que la arrojó violentamente fuera del lugar.
A pesar de sus propias heridas, Rosa inmediatamente se preocupó por su hija. "El plástico que tenía se me prendió encima, yo traté de defenderla (a la niña), ella se quemó menos que yo", cuenta. "Yo estaba prendida, revolcándome, porque yo solté a la niña. No me podía apagar y me estaba muriendo", añade con dolor.
En medio de la tragedia, mientras luchaba por sobrevivir entre las llamas, los pensamientos de Rosa la llevaron a una petición que había hecho a Dios años atrás.
"Yo siempre le dije a Dios: Señor, si algún día voy a morir y no estoy en la iglesia lo único que te pido es que me des tiempo a decir que me inscribas en el libro de la vida y perdones mis pecados", cuenta con emoción. Esas palabras llegaron a su mente mientras luchaba por respirar en medio del fuego.
En medio del caos, Rosa siente como algo la sacude y el fuego se apaga. Cuando recupera la consciencia, ve a Carla parada a su lado y se dirige a ella, protegiéndola incluso en ese momento de confusión. Con heridas en su cuerpo, Rosa camina por la avenida Constitución pidiendo ayuda hasta que un motorista las lleva a un centro de salud.
Rosa sigue impactada por lo sucedido y confiesa que aún no ha tenido el valor de ver noticias ni imágenes de la zona afectada por la explosión. "Yo no sé cómo fue que salí, eso fue el mismo Dios que me sacó", reflexiona.
La recuperación para Rosa no es fácil. A veces se despierta con temor y las secuelas emocionales son profundas. Aunque ha recibido ayuda económica y de medicinas, el camino hacia la recuperación física y emocional es largo. "Si eso era yo que estaba en una orilla, qué será de la pobre gente que estaba dentro, eso es duro", expresa con pesar.
Ante las especulaciones sobre la causa de la explosión, Rosa tiene su propia teoría. Contrariamente a la hipótesis de un tanque de gas, ella cree que el fuego surgió desde abajo. "Para mí que el fuego empezó por debajo de la tierra, porque cuando explotó, si hubiera sido un tanque se vería la llama, solo se escuchó (el estruendo), es como si tiraras una granada y ya", opina.