¡Funcionario será Ud.!

Un hombre honesto debería pensarse bien una propuesta presidencial de ser funcionario público y, si acepta, deberá ser transparente con todos los ciudadanos, con los caballeros de los medios (que los hay) y hasta con los testaferros “servidores del odio en copa nueva”, que ya existen, con todos.

En un mundo donde una opinión en las redes sociales o los medios de comunicación jamás será respondida con argumentos sino con insultos y descalificaciones; cuando tenemos la libertad de informarnos como nunca, pero hemos elegido el libertinaje verbal, creando sin darnos cuenta el sicariato mediático como oficio en un mundo donde el honor, como la verdad, ya no es importante y la dignidad es un atraso; en tal mundo, un honesto hombre debe meditar seriamente la decisión de aceptar ser funcionario público, lo que inevitablemente le expondrá,-no a las críticas, los contraargumentos y las evidencias de sus errores que investiga el buen periodismo-, sino a la maledicencia y el escarnio público de los paredones mediáticos, celebrados e impunes que abundan.

Si conociendo la existencia de tantas y tan exitosas y rentables (por consumidas) cloacas mediáticas se acepta un cargo ahora que el honor ya no se puede “lavar con sangre” porque, según el Código Penal, “la defensa tiene que ser proporcional a la agresión” y la condición de funcionario público le da derecho -no solo a FINJUS y PC, a SINO el Listín- a cuestionarlo, (lo que es saludable y conveniente), sino a cualquier francotirador mediático a difamarlo con impunidad por hobby u oficio, pues el sicariato mediático es la nueva profesión que -según datos nada oficiales de Hacienda, Banco Central y FMI- ya supera los aportes de las bancas de apuestas, las barberías lavadoras, o los barriales puntos de drogas con apoyo policial; en ese nuevo mundo “sea que le resulte claro o no”, todo funcionario será difamado mucho o poco, por viejos o nuevos resentimientos, y hasta por culpa del aura mágica de un viejo amor reconquistado, porque el macho alfa no sabe perder o porque ahora como nunca sobran los amargados por la felicidad del otro. La envidia nacional es una herencia hispana.

Un hombre honesto debería pensarse bien una propuesta presidencial de ser funcionario público y, si acepta, deberá ser transparente con todos los ciudadanos, con los caballeros de los medios (que los hay) y hasta con los testaferros “servidores del odio en copa nueva”, que ya existen, con todos. En el reinado del sicariato mediático que ya somos, un funcionario debe ser frontal y transparente hasta la necedad o el cansancio. Precisamente, de transparencia hablaremos el jueves, si Dios quiere y la Magdalena lo autoriza.

El bulevar de la vida
Pablo McKinney