Las negociaciones entre Israel y Hamás parecen estar más cerca que nunca de un pacto que podría marcar un punto de inflexión en la devastada Franja de Gaza. Mientras las autoridades israelíes muestran confianza en el progreso, Hamás se mantiene cauteloso al referirse a los términos del posible acuerdo.
En el enclave palestino, la población vive en un estado de incertidumbre, temiendo las consecuencias que podría traer este pacto. “Esto no es un alto el fuego, es simplemente un intercambio de prisioneros”, opina con escepticismo Bassel Ashqar, un residente de 45 años del sur de Gaza.
El lenguaje empleado por ambas partes refleja sus prioridades y tensiones: Israel habla de un “acuerdo de rehenes”, mientras Hamás insiste en llamarlo “alto el fuego”. Entre los puntos clave de las negociaciones están las demandas israelíes de mantener tropas en ciertos corredores estratégicos y la exigencia de Hamás de prolongar el cese de hostilidades tras la primera etapa del acuerdo. Estas diferencias podrían inclinar el resultado final.
Para Ashqar, el temor radica en que el pacto no contemple una solución integral: “No queremos un acuerdo que solo libere prisioneros mientras seguimos muriendo aquí. Queremos volver a nuestras casas”.
El borrador del acuerdo prevé una primera fase de 42 días de alto el fuego. Durante este tiempo, Israel busca la liberación de 34 rehenes, tanto vivos como fallecidos, según confirmó una fuente de Hamás.
Sin embargo, uno de los principales obstáculos es la demanda israelí de conocer con exactitud quiénes entre los rehenes siguen con vida. Según la misma fuente, esto requeriría al menos una semana de tregua para realizar un censo, algo que complica las negociaciones.
Las diferencias entre ambas partes, aunque reconocidas, permanecen bajo un estricto secreto. Las filtraciones indican que Israel también busca incluir a soldados heridos en el intercambio, una propuesta que Hamás considera inaceptable en el contexto del acuerdo actual.