Madrid (EFE).- “Violación grupal”, “abusada”, “pederastia” o “incesto” son cuatro de las búsquedas que más vídeos ofrecen en las principales páginas de pornografía, un análisis hecho por la educadora social especialista en violencia de género Marina Marroquí, que alerta del peligro que supone que los adolescentes estén construyendo su deseo y su educación sexual a través del porno.
Una de las evidencias más alarmantes de esta situación son las agresiones grupales, avisa Marroquí en una entrevista con EFE, durante la que expone que “las adolescentes que tienen hoy 15 años son nativas de las manadas”.
La educadora, que acaba de publicar su segundo libro, “Esto no es sexo”, relata que en su generación, nacida tras el crimen de las niñas de Alcasser, las madres les pedían que caminaran por la parte de dentro de la acera para poder entrar en un portal y que no las metieran en un coche, pero ahora las adolescentes “van por la parte de fuera para que no las metan en un portal”.
Las víctimas siguen siendo ellas, pero el agresor ha cambiado. “Ahora son chavales majos que podrían ser tus colegas, que siempre defienden que son buenas personas”, retrata la autora, quien también apunta a la juventud de los atacantes, como en el reciente caso de la violación de una niña de 11 años en Badalona, donde tres de los violadores son inimputables al tener menos de 14 años.
Asimismo, Marroquí destaca que el hecho de que los jóvenes graben estas violaciones es una prueba más de que están influenciados por el porno: “los graban para subirlos a la red, porque los vídeos amateurs son de los más buscados, aunque las imágenes puedan ser una prueba en su contra en el juicio”, dice.
“Estamos ante una generación que no sabe lo que es el sexo”, avisa Marroquí, quien expone que para la mayoría de los más de 120.000 jóvenes que han pasado por sus talleres y conferencias “el sexo lleva asociado coger del cuello, tirar del pelo, escupir o llamar puta a la pareja”.
La edad a la que empieza a consumirse el porno, que ronda los 8 años para los hombres, es uno de los factores que normalizan estas prácticas.
“A los 12 años ya consumen pornografía de forma habitual y prácticamente diaria”, resalta Marroquí, quien apunta que es en ese tramo de edad cuando “se está construyendo el deseo”. “Lo que se vincule con la sexualidad entre esos años es lo que te va a excitar el resto de su vida”, avisa.
Según la autora, el 88% del porno conlleva violencia contra las mujeres, lo que genera que los adolescentes “construyan su deseo viendo como pegan, humillan y destrozan a las mujeres”. “Van a necesitar esa violencia el resto de su vida”, lamenta.
“El porno viene a darles respuestas a preguntas que ellos todavía no se han hecho. Antes de que les guste alguien, se den la primera mano o el primer beso han visto 700 violaciones múltiples, torturas y bukakes”, concreta Marroquí, quien advierte que a la edad en la que se inicia el consumo de pornografía también es el principal momento de construcción de la empatía.
Es en ese tramo de edad cuando “se desarrolla la capacidad de sentir el dolor de otra persona”, explica la educadora, quien subraya que la exposición a la violencia extrema durante dicho proceso impide la correcta formación de esta capacidad.
“Estamos ante una generación de chavales ecologistas, animalistas, y súper concienciados socialmente, pero que cuando ven a una chica llorar mientras cuenta cómo la violaron su cerebro no siente absolutamente nada”, critica.
No obstante, Marroquí asegura que la peor parte se la llevan ellas.
Las adolescentes empiezan el consumo de porno alrededor de los 13 años, pero lo hacen “para conocer qué es eso de lo que sus amigos llevan hablando tanto tiempo, para aprender cuál es su papel y para saber hacer lo que ellos con esa edad ya piden”, concreta.
Marroquí también alerta de que el porno vende la aceptación de este tipo de prácticas denigrantes y violentas contra las mujeres como una manera de ser “más libre y más empoderada”.
El único camino para solucionar esto es “una educación sexual que compita con la estimulación y el atractivo que da el porno”, asevera Marroquí.
Una educación, apostilla, que no elimine la “diversión y el placer” de la ecuación, ni se limite a expandir el miedo a las enfermedades e infecciones transmisión sexual o al embarazo.
“Démosles a los adolescentes la capacidad de reflexionar, la asignatura de educación sexual que se merece y que necesitan”, exige la autora, antes de advertir a los padres de que si no se educa a los menores en lo relativo al sexo, ese espacio lo suplirá el porno, cuyas enseñanzas “solo benefician a los violadores y a los pederastas”.