Océano Ártico se recubrió de hielo y se rellenó de agua dulce en el pasado

LONDRES.– El Océano Ártico estuvo recubierto con un manto de hielo de hasta 900 metros de grosor y relleno totalmente de agua dulce en al menos dos ocasiones en los últimos 150.000 años, según un estudio publicado este miércoles en la revista Nature.

Este sorprendente hallazgo se desprende de una larga investigación llevada a cabo por científicos del Centro para la Investigación Polar y Marina (AWI) del Instituto Alfred Wegener y el Centro MARUR para las Ciencias Marinas Medioambientales de la Universidad de Bremen, en la que se ha podido demostrar que el Océano Ártico, al igual que los Mares Nórdicos, no contuvo mar salada en al menos dos periodos glaciares.

Esa agua, según esto, pudo ser liberado en el Atlántico Norte en periodos de tiempo muy cortos y esas repentinas entradas de agua dulce podrían explicar las rápidas oscilaciones climáticas para las que no se ha hallado una explicación satisfactoria previa.

En el estudio, los autores indican que hace aproximadamente entre 60.000 y 70.000 años, en una parte particularmente fría del último periodo glacial, grandes partes de Europa del Norte y de Norteamérica estuvieron cubiertas por mantos de hielo.

El manto helado europeo abarcó más de 5.000 kilómetros, desde Irlanda y Escocia, vía Escandinavia, hacia la orilla occidental del Mar Kara (Océano Ártico).

En Norteamérica, grandes partes de lo que se conoce hoy como Canadá quedaron enterradas bajo dos grandes mantos helados. También Groenlandia y partes de la costa del Mar Bering quedaron bajo hielo.

Los científicos del citado centro recopilaron evidencias existentes del Océano Ártico y de los Mares Nórdicos y las combinaron con nuevos datos para llegar a sus conclusiones.

Según esto, las partes flotantes de los mantos helados del norte cubrieron grandes zonas del Océano Ártico en los últimos 150.000 años. Una de esas veces fue hace aproximadamente entre 70.000 y 60.000 años y entre 150.000 y 130.000 años.

En ambos periodos el agua dulce se acumuló bajo el hielo, creando un Océano Ártico completamente nuevo durante miles de años.

“Estos resultados significan un cambio real en nuestra forma de comprender el Océano Ártico en los climas glaciares. Hasta donde sabemos, es la primera vez que se considera que se dio una completa renovación del Océano Ártico y de los Mares Nórdicos, y que no ocurrió solo una vez, sino dos”, apunta Walter Gibert, geoquímico del Instituto Alfred Wegener.

Tras acometer análisis geológicos de diez sedimentos de diferentes partes del Océano Ártico, del Estrecho de Fram y de los Mares Nórdicos, se observaron que los depósitos amontonados reflejaban la historia climática de los pasados glaciares.

Al comparar el historial de los sedimentos, detectaron que un indicador importante, el Torio, que habitualmente se emplea como “reloj natural”, no se hallaba entre ellos, con lo que concluyeron que el agua salada debía haber estado ausente.

“Aquí, esta repetida y amplia ausencia es la pista que nos revela lo que ocurrió. Hasta donde sabemos, la única explicación razonable para este patrón es que el Océano Ártico se llenara con aguada dulce en dos ocasiones en su historia más joven, de forma congelada y líquida”, apunta Jutta Wollenburg.

Otra de las preguntas que se plantearon fue ¿cómo un gran océano, conectado mediante varios estrechos con el Atlántico Norte y el Pacífico, se vuelve dulce totalmente?

“Un escenario así se percibe si nos damos cuenta de que en los periodos glaciales los niveles globales del mar alcanzaban hasta 130 metros por debajo de lo que lo hacen hoy, y que las masas de hielo en el Ártico podrían haber restringido la circulación oceánica aún más”, dice Ruediger Stein, parte de la investigación.

Geibert agrega que “una vez el mecanismo de las barreras de hielo fallaba, agua salda más fuerte podía rellenar otra vez el Ártico”.

Los expertos consideran que asumiendo el concepto de que grandes cantidades de agua dulce se almacenaron en el Océano Ártico y se liberaron de forma rápida se podría ayudar a comprender la conexión entre las pasadas fluctuaciones climáticas.