WASHINGTON (Reuters)- Las muertes en Estados Unidos por la pandemia de coronavirus han superado las 2.000 diarias por dos jornadas consecutivas a medida que se va asentando el invierno en el Hemisferio Norte, la temporada más peligrosa del año, lo que aumenta la presión sobre una red de hospitales ya desbordada.
El número de decesos por COVID-19 alcanzó su segundo nivel más alto el miércoles con 2.811, según un recuento de Reuters de datos oficiales, uno menos que el récord del 15 de abril. También se informaron 200.000 nuevos casos en el país, con hospitalizaciones récord cercanas a 100.000 pacientes.
El miércoles, el director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), el doctor Robert Redfiel, advirtió que diciembre, enero y febrero probablemente se presentarán como “el momento más difícil en la historia de la salud pública de esta nación”.
Redfield afirmó en un evento organizado por la Cámara de Comercio de Estados Unidos que el país podría comenzar a sufrir alrededor de 3.000 muertes por COVID-19 -la cifra aproximada de víctimas fatales en los ataques de septiembre de 2001- cada día durante los próximos dos meses.
“Las preocupaciones sobre la mortalidad son reales y creo que, lamentablemente, antes de febrero, podríamos tener cerca de 450.000 estadounidenses muertos a causa de este virus”, dijo Redfield. El número de fallecimientos en Estados Unidos desde el inicio de la pandemia se sitúa en torno a 273.000.
Antes de su salida en enero, el Gobierno de Donald Trump aún tiene que articular una estrategia efectiva de contención del virus más allá de promover el desarrollo de una vacuna. Además, enfrenta una batalla cuesta arriba en medio de un público escéptico y desafíos logísticos.
Los hospitales se están llenando de pacientes con COVID-19, lo que reduce la capacidad de atención a personas que necesitan tratamiento para otras dolencias. Redfield dijo que el 90% de los centros de salud del territorio estaban en áreas designadas como “zonas de grave riesgo” por el coronavirus.
Los hospitales rurales y suburbanos se vieron particularmente afectados, lo que amenaza su viabilidad económica, dijo el jueves a MSNBC Amesh Adalja, investigador principal del Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud.
“No se vislumbra un final porque hay mucha propagación en la comunidad”, sostuvo Adalja, advirtiendo que la pandemia podría forzar el cierre de hospitales.
Aún así, el rápido desarrollo de vacunas, con la ayuda del programa “Operation Warp Speed” de la administración Trump, ofrece esperanza.
Reino anunció el miércoles que la semana que viene iniciará la administración de la vacuna de Pfizer para el COVID-19, en una señal de que los reguladores estadounidenses pronto harán lo mismo y aprobarán la inmunización dentro de unas semanas.
Los expresidentes de Estados Unidos, Barack Obama, George W. Bush y Bill Clinton se ofrecieron como voluntarios para recibir inyecciones de la vacuna en televisión, a fin de ayudar a demostrar su seguridad, informó CNN, citando a asistentes de prensa de Bush y Clinton y una entrevista de Obama en la radio Sirius XM.