África Occidental se posiciona como el nuevo epicentro del terrorismo mundial, con fuerte presencia de grupos yihadistas que han logrado hacerse con el control de múltiples comunidades de la región, desplazando la influencia de la comunidad internacional, según análisis realizado por la agencia Reuters.
Según el informe indica que en los últimos años, formaciones vinculadas a Al Qaeda o el Estado Islámico han tenido una insurgencia en zonas rurales, con miles de civiles asesinados y otro tanto obligado a huir hacia zonas más seguras, Burkina Faso, Mali, Chad, Mauritania, Nigeria, Senegal y Níger son solo algunos de los ejemplos de países donde la tasa de inmigración se ha disparado en el último tiempo, derivando en una crisis que impacta en el mundo.
Burkina Faso es, según concluyeron analistas, el país más afectado por este problema. Hace exactamente un mes, el 24 de agosto, los yihadistas afiliados a Al Qaeda masacraron a cientos de civiles de la ciudad de Barsalogho en un día, llevándolo así a encabezar el Índice Global de Terrorismo del Instituto para la Economía y la Paz de Sydney. Inclusive, las víctimas mortales de atentados de esta naturaleza en el país -el 68%- constituyen una cuarta parte de todas las muertes relacionadas con el terrorismo a nivel mundial.
Un análisis de datos del grupo estadounidense de seguimiento de crisis Armed Conflict Location & Event Data (ACLED), realizado por la agencia Reuters, expuso que la cantidad de sucesos violentos encabezados por grupos yihadistas en Burkina Faso, Mali y Níger casi se ha duplicado desde 2021, mientras que en lo que va de 2024 ya se han registrado 224 ataques, frente a los 128 de 2021.
Como consecuencia, la Organización Internacional para las Migraciones advirtió que la tasa de desplazados desde el Sahel hacia Europa -especialmente las Islas Canarias- ha aumentado un 62% en los primeros meses del año, alcanzando las 17.300 personas, frente a las 10.700 de 2023.
“Los conflictos son la raíz del problema, combinados con los efectos del cambio climático”, apuntó la coordinadora regional de migración y desplazamiento de la Federación Internacional de la Cruz Roja, Insa Moussa Ba Sane.
Mientras la guerra en Ucrania, los conflictos en Oriente Medio y las elecciones en Estados Unidos y Venezuela se roban las portadas de los principales medios, África Occidental se convierte día a día en el espacio perfecto para que estos grupos yihadistas monten sus plataformas de lanzamiento hacia ciudades importantes -incluso fuera de la región-, entrenen a sus combatientes y, por qué no, se hagan con el control total de los territorios, por medio de golpes militares a los gobiernos respaldados por Occidente.
El JNIM, una facción alineada a Al Qaeda, tiene entre 5.000 y 6.000 combatientes en el Sahel, mientras que el EI entre 2.000 y 3.000, calcularon expertos de Naciones Unidas, lo que llevó a Saidik Abba, presidente del centro de estudios CIRES de París, a advertir que el terrorismo “está ganando terreno y la amenaza se extiende geográficamente”.
“No creo que los regímenes de Mali, Níger y Burkina se mantengan para siempre. Con el tiempo, uno de ellos caerá o perderá una cantidad sustancial de territorio, como ya ha ocurrido en Burkina Faso y, entonces, estaremos ante un Estado yihadista o múltiples Estados yihadistas en el Sahel”, advirtió por su parte Caleb Weiss, redactor de Long War.
El vasto poderío de estas células en África no fue tarea de unos meses, sin embargo. Desde hace cerca de una década, los yihadistas comenzaron a aumentar su presencia en el lugar y a emplear una mezcla de técnicas de coerción y oferta de servicios básicos y escasos a los locales, que veían en los gobiernos solo figuras débiles y corruptas.
“Vengan con nosotros. Dejaremos en paz a sus padres, a sus hermanas y hermanos. Vengan con nosotros, los ayudaremos, les daremos dinero”, recordó un adolescente al que intentaron captar los terroristas pero que logró escapar a las Islas Canarias antes de que eso ocurriera. “No puedes confiar en ellos porque matan a tus amigos delante de ti”, aseguró.
A la par que buscaban reclutar a los locales, los combatientes fortalecieron su presencia gracias al apoyo financiero y la formación de líderes mundiales alineados con su ideología, se apoderaron de armas gubernamentales una vez conseguidos los derrocamientos de los Ejecutivos y hasta comenzaron a tejer redes entre ellos, incluso alcanzando pactos de no agresión mutua.
Así, poco a poco la comunidad internacional fue quedando con poco margen de operaciones en el terreno y hasta se ha visto obligada a salir de allí, como fue el caso de Estados Unidos y Francia.
Por ejemplo, las tropas de Washington y la CIA utilizaban sus drones en la zona para rastrear a los yihadistas y compartían su información con otros aliados, que asistían en los ataques aéreos contra los militantes insurgentes africanos. Sin embargo, tras su salida obligada del espacio y la falta de estos datos cruciales, “nadie más ha llenado el vacío (…) por lo que los yihadistas se mueven libremente en estos países”, agregó Nasr.
En el caso de Europa, además, se suma otro factor y es que las naciones mantienen un enfoque dividido sobre cómo afrontar este problema. Los países al sur del continente -que más migrantes reciben- se muestran favorables a mantener abierta la comunicación con las juntas golpistas mientras que otros se oponen por cuestiones de Derechos Humanos y defensa de la democracia.
De todas formas, según el general Ron Smits, jefe de las Fuerzas Especiales de los Países Bajos, incluso alcanzando una visión común, el continente carece de las relaciones políticas y la capacidad militar para intervenir en esta situación. “No tenemos ninguna influencia en estos países sobre los grupos extremistas”, advirtió.
Es por ello que, con las relaciones diplomáticas cada vez más truncadas por factores externos, los aliados buscan impulsar un freno por medio de los locales. “Los dirigentes de necesitan realmente nuevas estrategias para contrarrestar sus insurgencias yihadistas”, sostuvo Will Linder, oficial retirado de la CIA, quien valoró los esfuerzos de las juntas de Malí y Burkina Faso por reforzar la seguridad, aunque no pudo evitar reconocer que están fallando. InfoBae