Washington. – De cara a su discurso del martes sobre el Estado de la Unión, el presidente Joe Biden ve un Estados Unidos con un futuro resplandeciente.
La visión de los republicanos es mucho más sombría: una nación acosada por una deuda abrumadora y una inflación de la que Biden es en gran medida responsable. Adicionalmente, ahora los republicanos, con una mayoría en la cámara baja, están empeñados en bloquear al presidente.
La dura realidad es que Estados Unidos está en la cuerda floja, trata de equilibrar los esfuerzos para reducir la inflación con la necesidad de seguir de pie y evitar la caída en la recesión.
Adicionalmente, esto sucede con la aparente contradicción de un mercado laboral boyante y la tasa de desempleo más baja de los últimos 54 años. A juzgar por sus discursos anteriores, Biden cree que las medidas aprobadas durante su presidencia pueden colmar a Estados Unidos de fábricas nuevas y protegerlo del cambio climático.
Caminos, puentes, sistemas cloacales, puertos y el servicio de internet mejorarían. La clase media ganaría en seguridad financiera.
Adicionalmente, lo mismo sucedería con la posición del país en la jerarquía económica internacional. Prueba de ello, declaró el presidente el viernes, es el reporte del mercado laboral de enero.
Se crearon 517.000 empleos y la tasa de desempleo cayó a 3,4%, lo cual demuestra con “claridad cristalina” que el “coro de detractores” se equivoca. “Aquí es donde estamos: el crecimiento de empleos más grande de la historia”, agregó Biden.
“En pocas palabras, yo diría que el plan económico de Biden funciona”. Los republicanos responden. Dicen que el presupuesto billonario de Biden es responsable de la alta tasa de inflación y el aumento de los precios de la gasolina y los alimentos.
Los legisladores republicanos quieren revocar sus aumentos de impuestos y los mayores fondos para la agencia recaudadora de rentas internas, el IRS, por sus siglas en inglés. Se oponen a su condonación de la deuda estudiantil y le echan la culpa por los migrantes que intentan cruzar la frontera desde México. Ninguno de los bandos comprende cabalmente el estado de la economía.
Un grupo de expertos lee los datos y dice que hay una recesión en el horizonte. Otro grupo se enfoca en un conjunto distinto de cifras y ve motivos para el júbilo. Es un momento desorientador.
Biden puede festejar la baja tasa de desempleo al tiempo que los republicanos deploran la inflación peligrosamente alta. “Es la mejor de las épocas y la peor de las épocas para la economía estadounidense, para tomar prestada una frase”, comenta Mark Zandi, economista jefe de Moody’s Analytics.
“La economía está repleta de contradicciones en su brega por superar los tremendos golpes de la pandemia y la invasión rusa de Ucrania”. Zandi prevé que la economía estadounidense “esquivará” una recesión este año, aunque muchos economistas creen que habrá una caída.
Gus Faucher, economista jefe de PNC Financial Services, cree que la probabilidad de una recesión este año es del 60%, pero que será “leve” porque “la escasez de mano de obra limitará los despidos, Las cuentas de resultados del consumo están en un muy buen estado y el sistema bancario es sólido”.
La mayoría de la gente en Estados Unidos da por sentado que el país ya está en recesión, pero personalmente se sienten bien. Apenas el 24% considera que la economía nacional se encuentra bien y el 76% dice que las condiciones son malas, según una encuesta de The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research.
Al mismo tiempo, el 57% dice que su situación personal es buena. La fuerza económica crucial en estos momentos es la Reserva Federal (Fed), el banco central de la nación, que tiene la misión de mantener los precios estables y la inflación alrededor del 2%. Los precios al consumidor aumentaron 6,5% el año pasado.
Para bajar la inflación, la Fed ha tratado de frenar el empleo y el crecimiento, elevando su tasa de interés de referencia a lo largo del año pasado. Cuando Biden pronunció el discurso Estado de la Unión en 2022, la tasa de la Fed era casi cero.
Ahora supera el 4,5%, el aumento más rápido en cuatro décadas y el presidente del banco central, Jerome Powell, declaró el miércoles que probablemente seguirá aumentando. “Sin estabilidad de precios, la economía no funciona para nadie”, agregó Powell a la prensa después de la reunión más reciente de la junta de la Fed.
El aumento de la tasa de la Fed indica un cambio de 180 grados en el funcionamiento de la economía. Desde la crisis financiera de 2008, el banco central mantenía la tasa referente en sus niveles históricos más bajos.
Esto facilitaba el surgimiento de nuevas empresas tecnológicas, porque el dinero barato significaba que los inversionistas esperaban que se enfocaran en el crecimiento en lugar de las ganancias.
Los consumidores se acostumbraron a las hipotecas y créditos para automotores con intereses históricamente bajos. El salto de la tasa el año pasado produjo un giro repentino. Cayeron las bolsas. Las acciones tecnológicas destacadas como Google y Microsoft anunciaron despidos.
Mientras las fábricas de chips para computadoras construían nuevas plantas y elogiaban las medidas de Biden, la economía mundial viraba de la escasez de semiconductores al exceso de oferta. Las tasas hipotecarias saltaron al 7% antes de bajar al 6% la semana pasada.
El aumento significó que los pagos mensuales se volvieran inaccesibles para los que aspiraban a comprar vivienda, obligándolos a seguir alquilando. Glenn Kelman, CEO de la inmobiliaria Redfin, nota que el mercado de la vivienda está más fuerte de lo que muchos preveían, pero los años de tasas bajas agravaron la desigualdad generacional.
Los de la generación de la posguerra (o “boomers”) se enriquecieron al aumentar el valor de sus propiedades, pero las tasas dieron el salto cuando los millennials quisieron comprar y hallaron que los precios estaban fuera de su alcance. “Hace una generación, los boomers poseían el 21% de la riqueza estadounidense”, añade Kelman.
“Para los millennials, la cifra es el 7%. Siguen afuera, mirando hacia adentro”. Aunque Biden dice que su misión es dar a los estadounidenses una sensación de confianza, el reto que enfrenta es el de una economía con pocas certezas.
En 2020, cuando comenzó la pandemia, la ayuda del gobierno era tal que una caída del mercado financiero se convirtió en un alza. En 2021, Biden trató de asegurarle al país que el aumento de los precios era un inconveniente pasajero, pero descubrió que la percepción general de sus dos primeros años de presidencia estaba definida por la inflación.
Se preveía que el alza de las tasas de interés provocaría despidos y aumento del desempleo, pero la solidez de la contratación es señal de que la economía sigue aferrada a las expectativas tradicionales. El reto económico para Biden podría ser que nadie sabe qué sucederá.
“Estamos en un ambiente de mucha incertidumbre”, destaca Gregory Draco, economista jefe de EY-Parthenon. “Las señales contradictorias que seguimos recibiendo dificultan enormemente obtener un cuadro preciso”.