El aire que respiramos contiene riesgos invisibles que pueden ser devastadores para la salud humana. Según los últimos datos divulgados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el cáncer generó 20 millones de nuevos diagnósticos y provocó 9,7 millones de muertes. Esta patología, que en la actualidad es responsable de una de cada nueve muertes en hombres y una de cada doce en mujeres, enfrenta un agravante: la contaminación ambiental.
Según el máximo ente sanitario internacional, entre los principales tipos de cáncer, el de pulmón se posiciona como el más letal, con 2,5 millones de nuevos casos y 1,8 millones de fallecimientos. Y las partículas PM2.5, cuyo diámetro es menor a 2,5 micrones y les permite ingresar al organismo tras sortear barreras naturales, son señaladas como un factor desencadenante de estos tumores.
Tan solo en 2024, múltiples investigaciones arrojaron evidencias contundentes sobre cómo la exposición a material particulado fino (PM2.5) impulsa el desarrollo de distintos tipos de cáncer. En ese sentido, un estudio publicado en Scientific Reports lo vinculó con un aumento en los cánceres de cabeza y cuello en Estados Unidos, observando que los riesgos se incrementan significativamente cinco años después de la exposición inicial y pueden persistir hasta 20 años.
Paralelamente, un informe del Journal of the National Cancer Institute encontró asociaciones entre PM2.5 y tipos específicos de cáncer infantil, como leucemias y linfomas. Mientras que, por otro lado, una investigación publicada en Elsevier identificó un aumento en la mortalidad combinada por cáncer y enfermedades cardiovasculares en áreas con mayor exposición a partículas ultrafinas. Estos hallazgos subrayan cómo esta sustancia pueden contribuir a la inflamación crónica, el daño al ADN y la inestabilidad genómica, mecanismos que favorecen la progresión tumoral.
Los datos y estudios convergen en una realidad ineludible: la contaminación del aire no solo degrada el medio ambiente, sino que también acelera el desarrollo de cánceres que afectan a millones de personas cada año. Según la OMS, más del 90% de la población mundial respira aire contaminado, una exposición que contribuye a 7 millones de muertes prematuras anuales, muchas de ellas por enfermedades relacionadas con partículas finas como las PM2.5.
En paralelo, el cáncer continúa expandiéndose. De acuerdo con el ente sanitario intercional, 1 de cada 5 personas desarrollará la enfermedad a lo largo de su vida, una realidad que afecta de manera desproporcionada a las comunidades más desfavorecidas, amplificando las inequidades globales. Ante esta situación, Infobae dialogó con tres expertos sobre esta situación y su impacto en la salud pública.
El material particulado PM2.5 puede tener dos orígenes: “Las principales fuentes de contaminación del aire en el exterior se dividen en naturales y antropogénicas. Las primeras incluyen polen, esporas y contaminantes provenientes de incendios forestales, mientras que las segundas, es decir, aquellas originadas por el ser humano, tienen como las principales la combustión de combustibles fósiles para la obtención de energía eléctrica, el transporte y las actividades industriales”, explicó Timoteo Marchini, investigador del CONICET y profesor en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA.
Además, aunque en una menor proporción, estas partículas se originan por el desgaste de neumáticos, el asfalto y el uso de frenos en el tráfico vehicular, un aspecto relevante en las zonas urbanas con alta densidad de población. Una vez en el aire, estas partículas tienen la capacidad de atravesar las barreras naturales del cuerpo y alojarse en los tejidos más profundos, donde generan daños significativos.
“El mecanismo de acción no está del todo claro, pero estaría relacionado con la interacción y generación de radicales libres, lo que provoca cambios moleculares y mutaciones en las células de la vía aérea, que a la larga podrían desarrollar cáncer”, afirmó el doctor Claudio Martín (MN 82958), presidente de la Asociación Argentina de Oncología Clínica (AAOC), en diálogo con Infobae.
Además del daño directo en las vías respiratorias, también tienen un impacto sistémico. “Los mecanismos biológicos que vinculan la exposición a partículas como PM2.5 y PM10 con el desarrollo de ciertos tipos de cáncer incluyen, en primer lugar, una reacción inflamatoria local en el pulmón producto de la presencia y penetración de estas partículas en el árbol respiratorio. En esta inflamación, las células del pulmón, incluidos los macrófagos alveolares, fagocitan las partículas y producen una reacción inflamatoria exacerbada que daña el tejido, lo que puede estar asociado con la prevalencia de cáncer”, detalló Marchini.
Y agregó: “Por otro lado, se ha descrito recientemente que algunas partículas pueden atravesar el epitelio respiratorio y llegar a órganos secundarios, como los nódulos linfáticos que drenan el pulmón. En estos se ha encontrado la presencia de partículas dentro de macrófagos y células dendríticas, lo que sugiere que la translocación de partículas podría ser un mecanismo alternativo relacionado con el desarrollo de ciertos tipos de cáncer”. En otras palabras, esta sustancia pueden dañar los pulmones al causar inflamación y, al llegar a otros órganos a través de los nódulos linfáticos, podría contribuir con el desarrollo de cáncer.
Desde el punto de vista epidemiológico, los estudios muestran una correlación directa entre esta sustancia y la incidencia de cáncer pulmonar. “Claramente, al comparar poblaciones expuestas a contaminación ambiental con otras no expuestas, se observa que este tipo de partículas aumenta la frecuencia de cáncer pulmonar”, destacó en diálogo con Infobae Pablo Orellano, especialista en epidemiología e investigador del CONICET.
“La exposición a mayores niveles de contaminantes aumenta el riesgo de morir o enfermar por patologías respiratorias y cardiovasculares, por ejemplo cancer de pulmón, tráquea, infartos, accidentes cerebrovasculares, entre otros. Estos efectos se demuestran a través de estudios epidemiologicos de cohorte prospectiva, donde se sigue por varios años a las personas, se evalua la exposición al material particulado en donde residen, y sus datos de salud”, añadió el epidemiólogo.
Y completó: “Estos estudios se llevan adelante en general en Europa, Estados Unidos y Canadá, pero también hay estudios en China, Japón, Corea y otros países. Un ejemplo en Europa es el estudio ELAPSE, que se realizó en varios países.
Uno de los mecanismos principales que explican esta relación, de acuerdo a los expertos, es el estrés oxidativo, un proceso causado por las partículas PM2.5 que daña las células y genera inflamación en los tejidos. Este entorno biológico, especialmente peligroso en casos de exposición prolongada, podría favorecer la proliferación de tumores malignos en las vías respiratorias.
Un ejemplo de esto, como se dijo, es la investigación publicada en Scientific Reports, que analizó datos de más de 600 condados en Estados Unidos y vinculó la exposición a PM2.5 con un aumento en los cánceres de cabeza y cuello. Según los resultados, los riesgos comienzan a elevarse cinco años después de la exposición inicial y persisten durante dos décadas. Las áreas más afectadas incluyen la cavidad oral y la laringe, donde el contacto con las partículas es directo.
“El impacto a largo plazo de la exposición al material particulado sobre la salud de las personas, cuando esta exposición supera los límites establecidos por la OMS, está relacionado con una mayor incidencia y mortalidad por enfermedades respiratorias y principalmente cardiovasculares. Respecto de las enfermedades respiratorias, las principales causas asociadas a estos aumentos en la morbilidad y mortalidad tienen que ver con una mayor incidencia de infecciones respiratorias bajas, peores síntomas en personas con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y una mayor incidencia de cáncer de pulmón”, puntualizó Marchini.
El impacto de la contaminación aérea afecta de manera desproporcionada a las comunidades de menores recursos, intensificando las desigualdades sociales y sanitarias. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), estas comunidades, frecuentemente ubicadas en zonas cercanas a fábricas, autopistas o vertederos, enfrentan mayores niveles de material particulado, lo que incrementa el riesgo de desarrollar enfermedades graves, incluida una mayor incidencia de cáncer pulmonar.
“La contaminación del aire se encuentra entre los cinco principales factores de riesgo para la salud a nivel mundial, asociándose a un aumento en la morbilidad y mortalidad cardiovascular, ya que es la principal causa de muerte asociada a la exposición a contaminantes ambientales, y se observa una mayor incidencia y mortalidad por infarto agudo de miocardio y accidente cerebrovascular. La exposición a altos niveles de contaminantes reduce la expectativa de vida global en aproximadamente tres años, superando el efecto del tabaquismo, que reduce la expectativa en alrededor de dos años y medio”, destacó Marchini.
Y agregó, quien lideró uno de los cinco equipos del mundo elegidos por la OMS para relevar los efectos adversos de contaminantes del aire en 2021, que “en los últimos años, mientras que la contaminación dentro de los hogares ha disminuido en países de bajos recursos, la exposición a contaminantes en el aire exterior ha aumentado, especialmente en regiones densamente pobladas como África, India y China. Esto ha contribuido a un aumento en la incidencia de enfermedades cardiovasculares, como infartos y accidentes cerebrovasculares, relacionadas con la exposición a contaminantes”.
Otro de los puntos que abordaron los expertos que la contaminación del aire también afecta de forma desproporcionada a los niños y adultos mayores, quienes constituyen los grupos más vulnerables a sus efectos. Según estimaciones de la OMS, alrededor de 7 millones de muertes prematuras ocurren anualmente debido a la exposición a contaminantes del aire, de las cuales aproximadamente medio millón corresponden a niños menores de 5 años.
“Los niños son un grupo más vulnerable a la contaminación del aire exterior. En parte porque pasan más tiempo al exterior en comparación a los adultos, hacen más actividad física al exterior, y además porque los más pequeños tienen el sistema inmune más vulnerable”, explicó Orellano. “Por otro lado, hay enfermedades crónicas como el asma que los hacen particularmente vulnerables a la contaminación. Además, en poblaciones de bajos recursos, las causas de la mayor vulnerabilidad son múltiples”, agregó.
“La contaminación del aire tiene un impacto significativo en la salud infantil, especialmente en niños menores de 5 años, quienes junto con los adultos mayores de 65 años constituyen poblaciones de riesgo”, destacó Marchini. Y completó: “Las medidas para reducir este impacto incluyen el fortalecimiento de políticas de control de la contaminación, la transición hacia fuentes de energía más limpias y sostenibles, la mejora del transporte público electrificado y la reducción de emisiones industriales. A nivel individual, es recomendable evitar la exposición en días con mala calidad del aire y priorizar actividades al aire libre cuando los niveles de contaminación son bajos”.
A medida que el impacto de la contaminación del aire se profundiza, los expertos subrayan la urgencia de implementar medidas para mitigar sus efectos en la salud pública. Desde establecer mecanismos de monitoreo más precisos hasta actualizar las normativas ambientales, el desafío radica en reducir los niveles de exposición y también en comprender mejor los vínculos entre los contaminantes y el desarrollo de enfermedades como el cáncer.
“La forma de monitorear estos efectos es buscando correlaciones en las tasas de morbilidad y mortalidad en humanos en una determinada área junto con mediciones de los niveles de estos contaminantes en esa zona a corto, mediano y largo plazo. Las mediciones de contaminantes del aire se realizan a través de monitoreos satelitales y mediciones en el terreno, mediante estaciones de monitoreo o sensores de bajo costo”, señaló Marchini.
Ahora, al referirse a las prioridades de investigación, quien también se desempeña en el Hospital Universitario de Friburgo (Alemania) resaltó: “Un área de investigación prioritaria para comprender mejor los vínculos específicos entre los contaminantes y ciertas enfermedades es establecer las dosis necesarias para que se observe un determinado efecto, es decir, una mayor tasa de enfermedades respiratorias y cardiovasculares asociadas. Esto requiere un monitoreo detallado y lo más personalizado posible de los niveles de contaminación, junto con una buena documentación de las causas de incidencia de enfermedades y de muerte, asegurando que estos datos sean accesibles al público y a los investigadores de manera rápida y sencilla”.
Marchini también señaló que “es necesario entender mejor la interrelación entre la exposición a contaminantes del aire y la mayor incidencia o mortalidad por estas enfermedades, en conjunto con otros estresores ambientales, como la contaminación sonora, lumínica y factores dietarios, privación de sueño u otras condiciones del estilo de vida”.
En tanto, Orellano destacó la necesidad de mejorar los sistemas de monitoreo y la articulación entre las investigaciones y la salud pública. “Para mejorar la vigilancia, favorecer el establecimiento de redes de monitoreo con estaciones automáticas, sobre todo en ciudades grandes. Mejorar la articulación de los investigadores con los hospitales que producen datos de salud, para acceder más fácilmente a los datos para investigaciones. Aumentar el financiamiento en investigación, por ejemplo, sobre los mecanismos de acción del particulado, métodos de mitigación, estudios de cohorte prospectiva locales. Desarrollar la capacitación local en epidemiología ambiental”, explicó.
Al tiempo que destacó: “Hay muchas áreas importantes, por ejemplo estudios fisiológicos para comprender los mecanismos involucrados en entornos controlados, estudios moleculares para descubrir tratamientos, o estudios epidemiológicos para entender la relación entre la contaminación y la salud en un entorno real”.
Además, subrayó la importancia de actualizar las normativas: “Para mejorar la regulación, generar una comisión externa que asesore al Estado sobre la incorporación de nuevas evidencias en las leyes y normativas, por ejemplo, el caso de la COMEAP en el Reino Unido. Es importante que los responsables de las leyes y normativas estén actualizados sobre los nuevos lineamientos que se actualizan permanentemente. Por ejemplo, los nuevos lineamientos de la OMS del 2021 tienen límites más estrictos para el PM2.5 respecto a años anteriores, y eso no está reflejado aún en la legislación. Es un tema de estudio que se actualiza permanentemente.”
En la misma línea, Martín remarcó la necesidad de acciones concretas para reducir los niveles de contaminación. “Lo ideal sería realizar mediciones de la calidad del aire y de estas partículas en distintos puntos de la ciudad. También es importante ser más agresivos en la reducción de la contaminación ambiental, promoviendo el uso de motores eléctricos o híbridos y disminuyendo las emisiones industriales. Tener políticas más enérgicas en este aspecto ayudaría, ya que está claro que hay una asociación con el aumento de estas enfermedades oncológicas.”
Por último, Marchini concluyó: “Se recomienda adherirse a las directrices de la OMS respecto a la calidad del aire, ya que estas buscan minimizar el impacto de los contaminantes en la incidencia y mortalidad por enfermedades respiratorias y cardiovasculares. Sin embargo, muchas regulaciones nacionales están por encima de los niveles considerados seguros por la OMS, lo que subraya la necesidad de armonizar las políticas nacionales con los estándares internacionales”. Además, resaltó que “es fundamental garantizar el acceso público a información en tiempo real sobre la calidad del aire, extender las redes de monitoreo y fomentar el uso de tecnologías como sensores de bajo costo y monitoreo satelital.
Fuente: Infobae