En el XXVI Congreso Iberoamericano de Enfermedad Cerebrovascular que se desarrolla en Colombia, el abanico de profesionales coincide en trazar planes y estrategias para frenar el aumento de los ataques cerebrovasculares (ACV) que se han dado en los últimos años y preocupa a la sociedad, los médicos y los gobiernos.
La preocupación podría resumirse en tres grandes grupos. El primero son las muertes y el impacto que genera la pérdida de un familiar o amigo. El segundo versa en las discapacidades que afronta un paciente que sufrió la enfermedad y cómo golpea en el ámbito familiar y en la economía del hogar, donde la persona que trabajaba ahora debe recuperarse por un largo tiempo.
Y el tercero reside en el impacto que generan los tratamientos rehabilitantes en los sistemas de salud de una ciudad, país o región, donde la persona afectada debe ser tratada por lo menos por una docena de profesionales a largo plazo.
Es que cada año, unas 15 millones de personas experimentan un Accidente Cerebrovascular (ACV) a nivel global, de las cuales 5 millones fallecen y otras 5 millones sufren discapacidades permanentes, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Un ACV ocurre al bloquearse o romperse un vaso sanguíneo, interrumpiendo el flujo de oxígeno hacia el cerebro, lo que provoca daños graves que pueden ser permanentes o incluso la muerte.
El impacto que tiene el ACV en millones de personas que no son diagnosticadas a tiempo, que llegan tarde a la consulta, que no implementan los cuidados necesarios para prevenir esta enfermedad, o que luego del ataque no son tratadas debidamente para que se recuperen a la brevedad.
“El panorama global en la Región de las Américas de cómo estamos frente a la situación de enfermedades cerebrovasculares, particularmente del accidente cerebrovascular, ha empeorado en los últimos años”, resumió el doctor Esteban Londoño (COL), máster en Salud Pública y profesor e investigador en la Facultad de Medicina de la Universidad CES, en Medellín, Colombia.
“En la región poseemos una iniciativa muy importante sobre la prevención primaria y secundaria de enfermedades cerebrovasculares, que es la Iniciativa en las Américas, que está siendo implementada activamente en 27 países del continente con el objetivo de tener menos eventos cerebrovasculares y que los que tengamos sean menos graves y los podamos atender con mejor calidad”, planteó el panorama sobre las acciones de distintos países del continente para hacer frente al ACV.
Londoño precisó que las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la principal causa de muerte de toda la región de las Américas. “Anualmente mueren 2 millones de personas por esta causa en la región. Pero la gran noticia es que de este número, se considera que aproximadamente unas 700.000 eran muertes evitables o prevenibles. Entonces aquí les quiero hacer un llamado al imperativo ético. A pesar de todos los avances que hemos tenido, de toda la sofisticación médica que estamos logrando en nuestros países, no estamos logrando salvar al año 700.000 vidas y evitar que sus familias también se vean afectadas por la pérdida de un familiar con enfermedad cerebrovascular o por enfermedad isquémica del corazón”, apuntó.
Y recordó que este es un llamado a la urgencia. “Es de absoluta relevancia para la salud poblacional en todos los países de las Américas que se atiendan estas prioridades, y es por ello que debemos aunar esfuerzos médicos, las enfermeras, los farmacistas, los profesionales que trabajamos en atención primaria de la salud, y de la sociedad”.
“Si fuéramos a hacer un ejercicio de priorización epidemiológica de las enfermedades cerebrovasculares, tendríamos que apuntar a aquellos factores de riesgo que nos generan mayor impacto en la reducción de la carga de morbilidad por enfermedades cerebrovasculares. Uno de ellos que no podemos modificar es la edad”, recordó el experto.
Y agregó: “Pero hay dos factores que sí podemos modificar y que podemos atender. El primero es tener una hipertensión arterial mal controlada, que representa el 60 % de los casos en la población. Traducido en números, esas 2 millones de muertes por enfermedades cardiovasculares que tenemos cada año en las Américas, aproximadamente 1.200.000 están asociadas directamente con hipertensión arterial mal controlada. Entonces vemos el riesgo relativo que, por ejemplo, solamente 20 miligramos de mercurio por encima de 115 en la presión sistólica aumenta el riesgo relativo de todos los accidentes cerebrovasculares, principalmente hemorrágico, pero también isquémico, infarto, miocardio, insuficiencia y todo el riesgo cardiovascular global afectado por la hipertensión arterial”.
Londoño señaló que “no es caprichoso que la OPS, con el liderazgo de los ministerios nacionales con los que trabaja, haya elegido el manejo integral de la hipertensión con los demás factores de riesgo como puerta de entrada para la Iniciativa en las Américas. Lo eligieron porque realmente es lo que más contribuye a la carga de enfermedad para cardiovasculares, enfermedad renal, demencia y toda la mortalidad cardiovascular en general.
Si bien tenemos que controlar los otros factores de riesgo, atender primero que todo el control de la hipertensión en nuestros servicios de atención primaria hará que sea fácil de controlar la hipertensión si es tratable, pero la realidad nos indica que no lo estamos haciendo de manera adecuada”.
Tanto Londoño como otros profesionales que expusieron se remitieron al nuevo Estudio de la Carga Global de Enfermedades, Lesiones y Factores de Riesgo (GBD) publicado en la revista The Lancet Neurology y que se presentará en el Congreso Mundial de Accidentes Cerebrovasculares en Abu Dhabi en octubre de 2024.
El doctor Pablo Lavados, reconocido neurólogo vascular en Chile, afirmó que las enfermedades cerebrovasculares son un problema de salud pública tan grande como el cáncer o las enfermedades cardiovasculares en su país. “Se calcula que cada año 40.000 chilenos sufren un ACV, produciéndose un caso cada 15 minutos y cada hora 2 personas fallecen o quedan discapacitadas por un ACV”, precisó.
E indicó que entre quienes sobreviven a los 6 meses, se ha reducido en un 40 % su calidad de vida global, ya sea por problemas de movilidad (57 %), para el autocuidado (41 %), problemas con las actividades de la vida diaria (57 %), dolor persistente (68 %) o baja de ánimo y angustia (54 %).
“Hace 30 años veníamos mejorando mucho, tanto en la incidencia de enfermedad cerebrovascular como en la mortalidad por ataque o stroke. Pero lo que habíamos ganado en la última década del siglo pasado y en los primeros 15 años de este siglo, lo venimos perdiendo en la última década. Eso lo muestra la evidencia epidemiológica. Entonces, desde 2015 a 2021 vemos que el ritmo de la incidencia, la mortalidad por evento cerebrovascular y los años de vida ajustados por discapacidad han aumentado. Esos años de vida saludables que perdemos están aumentando en toda la región de las Américas de manera preocupante, especialmente la incidencia de accidentes cerebrovasculares entre las poblaciones más jóvenes en la franja de edad de 15 a 49 años, afectados particularmente por ACV isquémicos, y también el mayor impacto de esta enfermedad en mujeres”, destacó.
Y enfatizó: “En otros países tienen todo el apoyo político para realizar esto y tienen un gran sistema de monitoreo, evaluación, pero en otros países no logramos arrancar bien, como en mi país, Colombia, o como en Brasil o El Salvador. En Colombia nos congelamos por la pandemia, a pesar de que tenemos el compromiso gubernamental. Pero necesitamos avanzar más. Lo mismo que con Brasil. Estamos empeorando nuestra forma de atender y prevenir los eventos cardiovasculares. Por eso nos preocupa el tramo de 2015 a 2021, donde 10 países empeoraron la mortalidad por ACV isquémico. Y 5 países que se estancaron en el decrecimiento”.
Otro problema apuntado por los expertos es la falta de coordinación y la planificación de los programas de lucha contra el ACV en la región. “A veces cada estado, cada municipio, hace su programa, pero no se interconectan entre ellos mismos y el resultado es una falta de comunicación que atenta contra el paciente”, indicó el doctor Juan Manuel Guzmán, neurólogo en México.
“Esto es uno de los problemas bastante serios que nos hace que nos retrasemos en algunos programas. En ocasiones no se tienen bien estructurados los casos de ACV y no hay un sistema de referencia o contrarreferencia que funcione bien en la atención general. Es decir, el primer nivel tiene que referir al paciente al segundo nivel, si el nivel de complejidad de esta patología lo requiere, o incluso hasta un tercer nivel. Los médicos de este segundo o tercer nivel tienen que contestarle de manera adecuada y de manera integral al primer profesional que atendió el caso para que no se extravíen los pacientes. Ya no podemos recibir atención integral. Entonces es muy importante la coordinación y la planificación de los programas de rehabilitación en los diferentes niveles”, sostuvo Guzmán.
El experto destacó que el hecho de que tengamos este tipo de reuniones o congresos en la región quiere decir que estamos preocupados en ver cómo vamos a resolver los distintos desafíos que implica prevenir los ACV. Y antes de finalizar, felicitó al gobierno de Colombia por el flamante programa nacional de lucha contra los ACV que lanzó en 2024 y es un modelo al que muchos de los países latinoamericanos buscan imitar para beneficio de su población.
Fuente: Infobae