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El papa presidió la Vigilia y recordó a los pueblos destruidos por el mal y la injusticia

jeury ruiz
31 marzo, 2024 - 2:25 AM
2 minutos de lectura
El papa Francisco presidió este sábado la misa de la Vigilia Pascual en la basílica de San Pedro, después de renunciar al vía crucis del Coliseo para cuidar su salud, y en la homilía pidió “que se aleje la desesperación” para “los pueblos destruidos por el mal y golpeados por la injusticia”.
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EFE.- El papa Francisco presidió este sábado la misa de la Vigilia Pascual en la basílica de San Pedro, después de renunciar al vía crucis del Coliseo para cuidar su salud, y en la homilía pidió “que se aleje la desesperación” para “los pueblos destruidos por el mal y golpeados por la injusticia”.

Dos horas de celebración

En esta larga celebración de más de dos horas, en la que se conmemora la espera de la resurrección de Jesús, el papa participó en todos los ritos y leyó con buena voz, después de que este viernes decidió a última hora no acudir al Coliseo para el vía crucis.

En la homilía hizo referencia “a que a veces sentimos que una lápida ha sido colocada pesadamente en la entrada de nuestro corazón, sofocando la vida, apagando la confianza, encerrándonos en el sepulcro de los miedos y de las amarguras”.

El papa los llamó los “escollos de muerte” y dijo que “son todas las experiencias y situaciones que nos roban el entusiasmo y la fuerza para seguir adelante”.

Y entre ellas citó “las muerte de nuestros seres queridos, que dejan en nosotros vacíos imposibles de colmar; en los fracasos”, ” los muros del egoísmo y de la indiferencia, que repelen el compromiso por construir ciudades y sociedades más justas y dignas para el hombre” y ” todos los anhelos de paz quebrantados por la crueldad del odio y la ferocidad de la guerra”.

Palabras para los “pueblos destruidos por el mal y golpeados por la injusticia”

El papa entonces aseguró que “Jesús es nuestra Pascua, aquel que nos hace pasar de la oscuridad a la luz, que se ha unido a nosotros para siempre y nos salva de los abismos del pecado y de la muerte, atrayéndonos hacia el ímpetu luminoso del perdón y de la vida eterna.

Francisco se dirigió entonces a los “pueblos destruidos por el mal y golpeados por la injusticia, pueblos sin tierra, pueblos mártires” para que alejen “en esta noche los cantores de la desesperación”.

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