El 7 de diciembre de 1941, la Armada Imperial Japonesa llevó a cabo un ataque sorpresa contra la base naval estadounidense de Pearl Harbor, ubicada en Hawái, la mañana de un domingo.
El objetivo de este ataque era impedir que la Flota del Pacífico de Estados Unidos interviniera en las operaciones militares que Japón planeaba llevar a cabo en el Sudeste Asiático contra las posesiones ultramarinas del Reino Unido, Estados Unidos, Francia y los Países Bajos.
En ese mismo orden, los japoneses sincronizaron esta ofensiva con ataques a las posesiones del Imperio británico en Hong Kong, Malasia y Singapur, territorios que ya controlaban para mediados de febrero de 1942.
El ataque impactó profundamente a los estadounidenses y provocó la entrada directa de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, involucrándose en los frentes de Europa y el Pacífico.
Sin embargo, el 8 de diciembre, Estados Unidos le declaró la guerra al imperio japonés. La firme política de no intervención en el conflicto se desvaneció, y la ayuda clandestina al Reino Unido fue sustituida por una alianza total.
En ese mismo orden, el 11 de diciembre, la Alemania nazi y la Italia fascista declararon la guerra a Estados Unidos en respuestas a las operaciones puestas en marcha contra la potencia asiática del Eje.
Ante la inexistencia de una declaración formal por nipona, se llevaban a cabo negociaciones que parecían prosperar. Esto llevó al presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt a calificar el 7 de diciembre de 1941 como “una fecha que vivirá en la infamia”.