Casi siete millones de seres humanos secuestrados por un matrimonio criminoso. Me refiero a Nicaragua y a la pareja presidencial Daniel Ortega y a su VP y esposa, Rosario Murillo.
Suelo leer la prosa objetiva de Carlos Fernando Chamorro. Por él supe que entre los 235 presos políticos, absolutamente inocentes, hay 4 que llevan ese apellido mágico: sus hermanos Cristiana, y Pedro Joaquín, y los primos Sebastián y Juan Lorenzo Holman Chamorro.
Su antepasado, Fruto Chamorro, en el siglo XIX, fue uno de los primeros presidentes de la nación nicaragüense, aunque nació en Guatemala de padres nicas. (En esa época se buscaba la unidad de todo el istmo).
¿Por qué están presas esas 235 personas? Porque cualquiera de ellas puede derrotar a Ortega en una elección libre. Y más tratándose de un Chamorro, que es la garantía de honradez en los asuntos administrativos y de democracia en la trasmisión de la autoridad.
Ya Daniel Ortega pasó por eso. Doña Violeta Barrios, viuda de Chamorro fue presidente de Nicaragua entre el 90 y el 97. (La ayudó a gobernar Antonio Lacayo, marido de Cristiana, muerto trágicamente antes de su tiempo). Le ganó a Daniel Ortega por un 54% los votos frente a un 40% del frente sandinista. El resto, hasta el 100%, se dividieron en una sopa de letras. Hoy Doña Violeta está postrada en una cama, víctima del alzhéimer.
De ahí el adjetivo “mágico” que utilizo. Quien fuera director de La Prensa, y un fiero oponente de la familia Somoza, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, murió poco antes de que Tachito saliera huyendo del país derrotado por las guerrillas en el verano del 79. De lo contrario, el jefe, el presidente, o el jefe de la oposición, habría sido él.
Algunos datos para juzgar el actual sandinismo: con seis millones setecientas mil personas, de las cuales 400,000 han escapado del país y se ha refugiado en Costa Rica, mientras el doble lo ha hecho en Estados Unidos para un total de más un millón de habitantes (Censo estadounidense del 2020).
Hoy tienen, muchos de ellos, ciudanía costarricense o norteamericana. Comenzaron a salir en la década de los ochenta cuando tenía cierto sentido ser comunista. Sólo son comunistas Corea del Norte y Cuba y así les va. Ya no existe la URSS, y China y Vietnam han dejado de ser comunistas. Las tres naciones son dictaduras, pero distan mucho de sujetarse al catecismo marxista. Son más bien engendros fascistoides con devoción al Estado y al caudillo que manda.
Miles de nicas han solicitado asilo político en USA, sólo en los dos últimos años, cuando Daniel Ortega y Rosario Murillo se convirtieron en matarifes ordenándoles a las milicias asesinar a 355 personas, casi todas jóvenes estudiantes, aunque el gobierno “sólo” reconoce a 200.
La ventaja (que es una desventaja para Ortega y para Murillo) en estos tiempos es que los gobiernos no pueden esconderse ante una matanza de ese tamaño.
¿Cuántas semanas transcurrirán antes de que unos oficiales responsables le exijan a la extraña pareja que manda en Managua que afronte su destino? Ahí no existe “la obligación de obedecer órdenes”.
Y no existe, porque no hay guerra y los militares fueron a causar bajas entre una población desarmada. La única manera que tienen esos oficiales de impedir la culpabilidad es si invocan el precedente de Ceaucescu y su mujer Elena. Nadie fue a la cárcel en Rumanía por celebrarle juicio y fusilar a los causantes de tantos atropellos y crímenes.
Muchos gobiernos se anotarían el tanto de darles asilo a las 235 personas a las que hace alusión Carlos Fernando Chamorro. Nada estaría más a tono con la época. ¡Libertad para los presos políticos nicaragüenses!
Por Carlos Alberto Montaner.