Haití.- Crece la tensión en Haití por la lentitud con la que llega la ayuda a las víctimas de un potente sismo que causó más de 2.100 muertos durante el fin de semana en el suroeste del país, una región que se vio azotada después por una depresión tropical.
En el pequeño aeropuerto de la ciudad suroccidental de Les Cayes, decenas de personas se reunieron detrás de la barda de la terminal el miércoles cuando llegó un vuelo con asistencia y operarios metieron las cajas en los camiones que esperaban. Un miembro de la policía nacional de Haití que resguardaba el cargamento tuvo que realizar dos disparos de advertencia para dispersar a un grupo de jóvenes.
Multitudes enojadas se congregaron en edificios desplomados, exigiendo carpas para montar refugios temporales tras las fuertes lluvias que dejó la tormenta tropical Grace a principios de semana.
La Dirección de Protección Civil de Haití reportó el miércoles en la noche que la cifra de muertos por el sismo subió de 1.941 personas a 2.189, con 12.268 heridos. Docenas de personas siguen desaparecidas.
El terremoto de magnitud 7,2 destruyó más de 7.000 viviendas y dañó más de 12.000, dejando a unas 30.000 familias sin hogar, indicaron las autoridades. Escuelas, oficinas e iglesias también quedaron destrozadas o sumamente dañadas.
Una de las primeras entregas de comida por parte de las autoridades locales — un par de decenas de cajas de arroz y paquetes de alimentos previamente medidos y empaquetados — llegó a un campamento en una de las zonas más pobres de Les Cayes, donde la mayoría de las viviendas de un piso de bloques de hormigón y techos de láminas de metal, quedaron dañadas o destruidas por el sismo del sábado.
Pero el cargamento era evidentemente insuficiente para los cientos de personas que llevan cinco días bajo tiendas de campaña y carpas.
“No es suficiente, pero haremos todo lo que podamos para asegurarnos de que todos reciban al menos algo”, comentó Vladimir Martino, un representante del campamento que se hizo cargo de distribuir el cargamento.
Gerda Francoise, de 24 años, era una de las decenas de personas esperaron bajo el sofocante calor con la esperanza de recibir algo de comida. “No sé lo que voy a recibir, pero necesito algo para llevar a mi tienda”, señaló. “Tengo un hijo”.
Trabajadores humanitarios internacionales en el lugar señalaron que los hospitales en las zonas más afectadas por el terremoto están prácticamente incapacitados y se necesita equipamiento médico con urgencia. Pero el gobierno dijo a Project Medishare, una organización extranjera que trabaja en el país desde hace casi tres décadas, que no precisaba de la ayuda de sus cientos de voluntarios médicos.
El primer ministro, Ariel Henry, declaró el miércoles que su gobierno trabajará para no “repetir la historia de malas gestiones y coordinación de ayuda”, una referencia al caos posterior al devastador terremoto que remeció al país en 2010, cuando el gobierno fue acusado de no entregar todo el dinero recaudado por donantes a quienes más lo necesitaban.
El Core Group, una coalición de destacados diplomáticos de Estados Unidos y otros países que monitorean la situación en Haití, emitió el miércoles un comunicado en el que declaró que sus integrantes están “comprometidos firmemente a colaborar con las autoridades nacionales y locales a fin de garantizar que las personas y áreas afectadas reciban la asistencia adecuada lo más pronto posible”.
El sismo acabó con muchas de las fuentes de alimentos e ingresos de las que dependen los pobres para sobrevivir en Haití, un país que además lidia con la pandemia del coronavirus, el aumento en la violencia y el asesinato del presidente Jovenel Moïse el 7 de julio.