Al liderazgo político latinoamericano en particular— ocurre también en otras latitudes—, se le dificulta asumir la idea de que la vida pública también llega al ocaso. Existen factores culturales e históricos que explican muy bien la inclinación de nuestros líderes a permanecer en el poder tanto tiempo como sea posible, sin importar las pautas que la sociedad actual impone a quienes ocupan funciones públicas.
Pese a esto, muchos líderes políticos continúan aferrándose al pasado decimonónico, habitado por los fantasmas del caudillismo y el liderazgo mesiánico, e ignoran deliberadamente la visión que poseen las nuevas generaciones de la política y el ejercicio del poder. La realidad pura y simple es, que son muy escasos los liderazgos que están dispuestos a ceder la antorcha, configurando así, modelos altamente perjudiciales para la democracia y la institucionalidad en sentido general.
Contrario a como pasa en democracias plenas— en donde una derrota electoral o una declaración desafortunada pueden forzar la renovación de una formación política o un gobierno—, en latinoamérica hemos sido testigos de verdaderas catástrofes político-electorales, sin que esto represente un grave revés en la carrera de quienes ocupan cargos de responsabilidad tango en la administración como en organizaciones políticas. “Puede reproducirse un desastre similar a la explosión de las bombas de Hiroshima y Nagasaki en términos electorales, sin que ello en la mayoría de veces, pase de una simple reflexión, o la construcción de un relato que permita a las cúpulas partidarias y su entorno cercano, retener posiciones de autoridad dentro de sus respectivas organizaciones”. ¡Terrible!
Pero los tiempos marcan las pautas, y existen notables ejemplos en el mundo, en los que prevalece la visión institucional y de conjunto. Un caso conocido es el del ex primer ministro de Reino Unido, David Cameron —quien defendió la permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea y no logró su objetivo por un estrecho margen 48%-52% en el referéndum (Brexit) —, quien una vez enterado de los resultados de dicha consulta, presentó su renuncia como jefe de gobierno y líder del partido conservador. “No creo que sea correcto para mí tratar de ser el capitán que dirige nuestro país a su próximo destino", dijo en ese momento”.
El tino político de Cameron ofrece sin dudas, una importante lección sobre la conveniencia de advertir cuando es el momento de decir adiós, pero también de los distintos roles que se pueden desempeñar después del poder, sin que ello signifique una desgracia. Cameron fue designado en noviembre de 2023 ministro de relaciones exteriores por el actual inquilino de Downing Street 10, el también conservador Rishi Sunak, y juega un papel clave en la defensa y armonización de los intereses del Reino Unido en el mundo.
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