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Una alegre normalidad se asienta en Damasco, entre algunas dudas y muchos "ojalá"

La nueva policía es el Servicio General de Seguridad, que ya servía en los territorios del noroeste dominados por los insurgentes y que ahora, de momento en muy poco número, asumirá la responsabilidad de guardar la seguridad pública.

Lina Bautista
10 diciembre, 2024 - 12:39 PM
5 minutos de lectura
Una alegre normalidad se asienta en Damasco, entre algunas dudas y muchos "ojalá"
RCC Media
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Damasco regresó este martes a una relativa normalidad, con una reapertura casi total de los comercios y el retorno del tráfico caótico apenas tres días después de la caída de Bachar al Asad, de cuyo derrocamiento quedan aún signos en la calle en forma de coches quemados, carteles vandalizados y una ausencia casi total de autoridades.

Tiendas de alimentos, restaurantes, hoteles ahora plagados de periodistas extranjeros, taxistas y talleres de autos, entre otros cientos de negocios, reabrieron con normalidad y para sorpresa de algunos, entre alguna que otra celebración callejera, algún tiro al aire y transeúntes que mostraban la bandera siria con tres estrellas emblema de este derrocamiento.

Los insurgentes del Organismo de Liberación del Levante (Hayat Tahrir al Sham, HTS, en árabe) son ahora la fuerza que controla la ciudad y la única autoridad "visible", mientras el gobierno provisional que encabezará a partir de hoy el político Mohamed al Bashir como primer ministro comienza a asumir funciones.

La nueva policía es el Servicio General de Seguridad, que ya servía en los territorios del noroeste dominados por los insurgentes y que ahora, de momento en muy poco número, asumirá la responsabilidad de guardar la seguridad pública.

Jóvenes y barro
Mientras se despliegan, son los milicianos quienes se han dejado ver más.

Muy jóvenes, barbados, armados con fusiles automáticos y vestidos generalmente con chaqueta de camuflaje, pantalones y zapatillas de deporte y con pañuelos de muchas formas y colores anudados en la cabeza, su presencia en las calles es discreta pero constante, según pudo comprobar EFE en la ciudad vieja y otros distritos de la capital.

Coches policiales y militares calcinados son la única presencia de los viejos poderes en las calles, en contraste con las furgonetas completamente cubiertas de barro, el rasgo que distingue a los vehículos que, desde el inicio de la ofensiva el pasado 27 de noviembre bajaron desde su reducto de la provincia norteña de Idlib hasta "liberar" la capital.

El barro, explicó uno de ellos a EFE, era para evitar ser detectados por drones y cámaras térmicas.

Junto a estos jóvenes, otros asumieron aparentemente de forma voluntaria tareas como la gestión del caótico tráfico, ante la ausencia total de policías, incluso en la custodia de edificios públicos, la mayor parte de los cuales lucía abandonado.

Inercia de la ciudad
La inercia de la ciudad, una de las más antiguas de la humanidad, prosiguió inexorable y los damascenos regresaron a sus tareas bajo una sensación de alegría por la caída de Al Asad, con ilusión hacia el futuro, pero también claramente con dudas y el constante deseo de que, "ojalá", todo salga bien esta vez.

"Todo es muy bueno. Estamos contentos y esperamos lo mejor. Que haya seguridad. La vida regresa a la normalidad poco a poco. Es importante que lo haga (…) Esperamos que el futuro sea mucho mejor. Ojalá. Es lo que esperamos. El pueblo sirio ama la vida, es activo y tiene esperanza. Lo más importante es que haya orden, derecho y respeto", dijo a EFE Ahmed desde su taburete en la entrada de la ciudad vieja de Damasco.

Otro damasceno, Mohamed, que habla italiano y regenta una tienda de recuerdos en la capital, dijo a EFE que con el anterior régimen "había mucha injusticia y durante 50 años hemos visto bloqueos, asesinatos, golpes y hambruna".

"Ahora a probar otra cosa. Posiblemente es mejor. Y si no lo es, pues el pueblo sirio es inteligente y buscará lo mejor. De momento no ha habido anarquía o sangre. Y esto debería haber sucedido desde hace cinco o seis años", dijo.

Michel, de 50 años y que toda su vida vivió bajo el régimen de los Al Asad, Hafez (1971- 2000) y Bachar (2000-2024) reconoce estar contento y que el cambio hacía falta. Pero consideró también que "muchos de los que se alegran ahora, puede que no lo estén pronto".

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